Fredy Massad
La motivación que conduce a una mujer joven al estudio de la Arquitectura, su vivencia cotidiana dentro del mundo profesional y su visión acerca de la situación y las problemáticas que afectan a las arquitectas hoy son los temas de estas cuatro preguntas dirigidas a Anna Bach (Nummi, Finlandia, 1973), María González (Huelva, 1975), Carmen Martínez Arroyo (Madrid, 1966) y Rosa Rull (Tarragona, 1964), todas ellas arquitectas dedicadas a la construcción, la docencia y la investigación.
Sus respuestas, desde sus personales experiencias y perspectivas, hablan de un escenario no exento de dificultades y retos, pero sobre todo de personas con una enorme inteligencia y firmeza de carácter, empeñadas en hacer de su aportación profesional y personal un punto para avances y cambios.
¿Qué es lo que te motivó a estudiar Arquitectura?
Anna Bach:
Me interesaban, por un lado, las ciencias naturales y por otro, tenía aptitudes e intereses artísticos. Pensé que la arquitectura unía estas dos vertientes: entender cómo funciona el mundo y poder incidir en ello desde la creatividad y la materia.
María González:
Siempre quise estudiar arquitectura, incluso antes de saber exactamente en qué consistía. Creo que no hubo una única causa, más bien fueron ciertas intuiciones y algunas coincidencias. Cuando era pequeña, solía pasar por un estudio de arquitectura que estaba en mi pueblo y me encantaba todo lo que veía allí. Recuerdo con verdadera fascinación la primera vez que entré en mi casa, tenía apenas cinco años. Era una casa preciosa, diseñada por un arquitecto onubense ya fallecido, que mis padres aún conservan. Tenía una sección fantástica que proporcionaba una luz y una calidad espacial diferente a todo lo que yo había experimentado hasta entonces (y que aún sigo reviviendo cuando entro allí). Además, el suelo estaba completamente cubierto por las hojas de los dos grandes sauces que había en el jardín y que se habían ido colando en el interior durante los cuatro años que la casa llevaba desocupada desde su construcción, lo que la convertía en algo mágico. Con el paso de los años, reflexiono sobre ese tipo de experiencias y creo que de alguna manera condicionaron mi vocación temprana hacia la arquitectura.
Carmen Martínez Arroyo:
Cuando era una niña mis deseos de futuro oscilaban entre ser bombero y ser arquitecto. Creo que lo de ser bombero me ilusionaba por la acción y sobre todo por el uniforme (de hecho, todavía me encanta disfrazarme…). La arquitectura iba en paralelo. A los siete años le hice al tío Juan (un hermano de mi abuelo muy callado, paciente y que reía con todas mis ocurrencias) unos dibujos, en una pequeña libreta, de una casa unifamiliar que supuestamente le iba a construir. A partir de aquellos ingenuos dibujos se inclinó la balanza hacia la arquitectura. Podemos decir que mi vocación fue muy temprana.
Rosa Rull:
Puede decirse que fue la conjunción de varios temas. Por un lado, me interesaba la cultura. He leído muchísimo desde pequeña: literatura, poesía…También me gustaban la historia, la historia del arte, la filosofía…Mi padre era un ingeniero al que le gustaba la arquitectura y estaba muy atento a ella. Vivíamos en Madrid y recuerdo escucharle hablar de estructuras y materiales. Le recuerdo hablándome de Torres Blancas («ese edificio que se empieza a construir por arriba»), de Miguel Fisac (« mira el hormigón»), del Gimnasio Maravillas… Cuando llegó el momento de elegir entre el bachillerato de ciencias o de letras yo quería optar por este último porque quería dedicarme a escribir, o a componer música, o a hacer cine, que me encantaba, o estudiar Historia o Filosofía, campos que supongo que me atraían porque iban más allá de lo necesario. Sentía que en ellos había belleza, emoción, significado…Pero, al ser una buena estudiante, de las que destacaban en matemáticas, me obligaron a escoger el bachillerato de ciencias, y en ese punto advertí que existía un campo entre la tecnología y la cultura, que era la arquitectura. Y así fue como me introduje en ella.
La arquitectura ha sido tradicionalmente considerada un ámbito esencialmente masculino. Desde tu propia experiencia, como estudiante y como profesional, ¿crees que se ha ido confirmando o se está confirmando una plena situación de igualdad, tanto en la universidad como dentro del ejercicio profesional, o bien adviertes la persistencia de determinados tópicos todavía generando dificultades y conflictos?
Anna Bach:
Estudié arquitectura en la década de los 90 en Helsinki y la proporción de estudiantes masculinos y femeninos estaba muy equilibrada. Entre el profesorado era ligeramente mayor la cantidad de catedráticos que de catedráticas, pero en general tuve un buen número de profesoras. Crecí en un ambiente muy igualitario y pensé que el tema estaba más que superado entre la gente de mi generación. Sin embargo, después, pasados los años y una vez en la práctica profesional, vi como poco a poco las mujeres se iban haciendo más invisibles tanto en Finlandia como en España. Aquí también hay muchas mujeres estudiando la carrera, hay muchas docentes, profesionales, especialistas, funcionarias… pero, de repente, muy pocos estudios liderados por mujeres, pocas catedráticas, pocas directivas, pocas editoras o críticas a quienes se les de voz. El techo de cristal existe y lo construimos colectivamente, a veces con pequeños gestos y decisiones, y otras con mucha ignorancia y mala praxis anclada en el pasado.
María González:
No tengo la sensación de que durante mis años de estudio o en el ámbito donde he desarrollado la profesión haya encontrado una desigualdad intencionada. Sin embargo, es verdad que en la mayoría de las reuniones a las que asisto, o incluso en las obras, la presencia masculina es mayoritaria, mientras que en la universidad esto no es así. Algo falla cuando existe esa discrepancia entre el número de mujeres que se gradúan de la academia y las que encuentras en la práctica profesional. Creo que aún nos queda mucho trabajo por hacer en este sentido. Se trata de un trabajo delicado y difícil, ya que estas desigualdades son más sutiles, no fácilmente detectables y, en ciertos casos, la identificación de posibles causas provoca opiniones encontradas incluso dentro del propio colectivo de mujeres.
Carmen Martínez Arroyo:
Es cierto que el ámbito de la arquitectura ha sido, en gran medida, masculino pero las cosas han ido cambiando poco a poco, como consecuencia de los cambios en la sociedad. Yo no he sentido jamás discriminación por ser mujer, ni en la profesión ni en mi etapa docente, pero si conozco compañeras que han observado un trato desigual. Creo que avanzamos lentamente y, aunque se ha diluido bastante la visión machista de la profesión, todavía falta un poco para la plena igualdad.
Rosa Rull:
Me parece que para responder esta pregunta es muy importante la perspectiva que me aporta mi experiencia como profesora de proyectos en la universidad.
Es incuestionable que desde hace ya bastantes años existe una plena situación de igualdad en lo concerniente a nivel de capacidad y actitud. Numerosas tesis y estudios recientes están demostrando cómo muchas grandes mujeres, arquitectas también, estaban detrás de los grandes maestros de la arquitectura. Creadoras de una producción propia de calidad, ahora reconocible y diferenciada, pero que, sin embargo, siempre ha constado como de autoría masculina: Charlotte Perriand tras Le Corbusier; Anne Thing tras Louis Kahn; Aino Aalto tras Aalvar Aalto…y tantas otras.
Otro asunto es el de las posiciones de poder y de toma de decisión a las que es posible acceder siendo mujer. Hoy salen de las escuelas de arquitectura la misma cantidad de mujeres que de hombres; no obstante, los puestos de mando en el sector de la construcción, de la universidad y de la Administración están fundamentalmente en manos de hombres.
El sector de la construcción es un mundo eminentemente masculino. Sería políticamente incorrecto afirmar que la mujer está abiertamente vetada, pero sí que algo que podríamos llamar «un exceso de camaradería», apoyado quizá en algunos prejuicios y tópicos, lleva a que, cuando son consultados, los cargos con decisión sigan eligiendo a hombres.
Te daré unos ejemplos a modo ilustrativo de cuál es la realidad de la situación:
En 2016 participé en una jornada de Disseny Hub, «Un día, una arquitecta», y para mi ponencia en torno al tema «Mujer y edificación» elaboré un análisis de todos nuestros proyectos y obras hasta la fecha. Contabilicé cuántas mujeres habían intervenido en cada una de ellas, desde la clienta a la fotógrafa, pasando por la ingeniera de estructuras o instalaciones, la arquitecta técnica, la carpintera o cualquier otro perfil industrial, y yo misma. El porcentaje no llegaba ni al 2%.
Hace pocas semanas se planteó en Barcelona una mesa de debate para abordar cómo se afrontan los retos de la nueva arquitectura del siglo XXI en las escuelas de arquitectura. Se organizó esta mesa invitando a los cargos directivos de las escuelas, y ya no es sólo que no hubiese paridad entre los asistentes, sino que los seis integrantes de la mesa iban a ser hombres. El debate debió cancelarse por este motivo. ¿Es que no hay mujeres a cargo de la dirección de escuelas de arquitectura?
Otro tanto sucedió con la presentación del libro Espacio público en la Barcelona metropolitana en Madrid muy recientemente. Tomaron parte en ella representantes del AMB (Área Metropolitana de Barcelona), de editoriales de arquitectura y profesionales del urbanismo y del espacio público. Entre ellos, ni una sola mujer. ¿Es que no hay mujeres en la Administración pública? ¿No las hay tampoco en los proyectos de ciudad y espacio público ni en el sector editorial?
Pido disculpas por extenderme tanto en mi respuesta, pero considero que se trata de una pregunta clave. Antes no era tan combativa, pero hoy veo claramente que es un problema que los cargos de poder en estos sectores se encuentren en manos de hombres y estoy totalmente convencida de que es absolutamente indispensable reclamar la paridad, a fin de evitar que se prolongue y persista de manera automática esta actual distribución del poder.
¿Qué figuras (tanto femeninas como masculinas) de la arquitectura y externas a ella han sido para ti referentes a la hora de definir tu propia visión y actitud intelectual y profesional? ¿Por qué?
Anna Bach:
Trabajo junto a mi pareja, Eugeni Bach. Siempre nos han interesado las parejas creativas como Charles y Ray Eames, Alison y Peter Smithson, Enric Miralles, primero con Carme Pinós y luego con Benedetta Tagliabue, o parejas actuales y buenos amigos como Eva Prats y Ricardo Flores, Bet Capdeferro y Ramon Bosch o María Langarita y Víctor Navarro, por citar algunas. Cada pareja trabajó o trabaja en un contexto histórico y cultural propio, pero les une una relación que sobrepasa lo estrictamente profesional. La arquitectura acaba de contaminarse por lo personal y casi familiar. Los estudios de estas parejas son ampliaciones de su domesticidad y esta se ha infiltrado en sus proyectos y actitudes profesionales cargándolos de humanidad y entusiasmo colectivo.
María González:
El otro día me hicieron esta misma pregunta y creo que los referentes son numerosos y, por lo tanto, difícilmente numerables: madres que son excelentes profesionales sin tener que priorizar entre su profesión y su familia y amigos; compañeras y alumnas brillantes; arquitectas cuyo trabajo, desarrollado en contextos nada fáciles en términos de igualdad, sigue inspirando y motivando a las generaciones de arquitectas que les hemos precedido; políticas eficaces que, más allá de las cuotas (o gracias a ellas), contribuyen a que la visión de nuestras ciudades sea más amplia; arquitectos que entienden que esta profesión es un trabajo en equipo que no se fija en el sexo de quienes lo componen, sino en su valía profesional, y así lo reivindican…
Carmen Martínez Arroyo:
Creo que todos tenemos grandes referentes arquitectónicos y artísticos y siempre nos vienen primero a la cabeza las figuras masculinas, Palladio, Le Corbusier, Picasso, Siza… y se nos olvidan las figuras femeninas: Woolf, Gego, Perriand… ¿Por qué pasa esto? Porque, en general, la sociedad todavía da más publicidad al éxito de los hombres que al de las mujeres.
Por otro lado, mis referentes a la hora de definir mi actitud y visión, no se mueven sólo en el ámbito de la arquitectura. Me gusta nutrirme de exposiciones y lecturas de otros mundos complementarios al nuestro. Me han interesado muchos personajes (decir quién te ha influido es como intentar enumerar el mundo) pero ahora mismo diría que mis favoritos son los que tengo en mi mesa de trabajo o en mi mesilla de noche: Basho, Cortázar, Perec, Queneau, Calvino, Camus, Ibargüengoitia, Eco, De Luca, Cruz Novillo, Battaglia, Tarkovski, Jean Renoir… Literatura, diseño, fotografía y cine. Todos ellos personajes en los que se une la grandeza profesional, la ética y la poética.
Rosa Rull:
Me resulta curioso responder a esta pregunta. Intento viajar hacia atrás en el tiempo para recordar estas figuras, pero no las encuentro y seguramente se deba al hecho de que fueron muchos y muchos quienes ocuparon esa posición. Y también seguramente siempre relacionados con el hacer algo en compromiso con unas ideas, en cualquier campo creativo, no sólo la arquitectura. Personas con ideales, independientes, con una gran conciencia de la libertad de pensamiento y una alta capacidad ejecutiva. He sido una persona muy susceptible de ser fascinada, así que creo que la lista sería bastante larga.
Por el entorno en que me muevo, creo que dentro de nuestra profesión aún abunda la vocación y también un sentido de responsabilidad muy alto respecto a cómo acometer los trabajos que se nos encargan. Esa es la razón por la que figuras que nos rodean en la cotidianeidad del desarrollo de la profesión también forman parte de mis referentes, y eso es una suerte.
¿Cómo están incidiendo las actuales transformaciones sociales y culturales (con especial énfasis en el feminismo y el género) en la definición de qué es y qué debe ofrecer la arquitectura a la sociedad y al individuo? ¿Y en la propia definición de qué es una persona dedicada a la arquitectura?
Anna Bach:
Los arquitectos tienen que estar muy atentos a la sociedad en que trabajan. Menciono de nuevo a los Eames, que definían la relación con la sociedad a través de un esquema muy gráfico que plantea que un arquitecto o diseñador puede trabajar con convicción y entusiasmo sólo cuando actúa allí donde los intereses propios de la práctica profesional se solapan con los intereses genuinos del cliente y los intereses colectivos de la sociedad. Estos intereses no son estáticos y, por lo tanto, tenemos que estar atentos a los cambios. El feminismo ha puesto en el centro de la discusión la pluralidad de las ciudades y la necesidad de diseñar de una manera que atienda a las vivencias de esta diversidad. Interesa salir de la dicotomía masculino-femenino y entender a los ciudadanos como personas con necesidades, aspiraciones e ilusiones personales y colectivas. Las personas dedicadas a la arquitectura podemos ser clave en rediseñar, reimaginar y, en definitiva, replantear cómo construir estos entornos físicos más inclusivos.
María González:
Pese a que pueda parecer redundante, considero que los cambios en la sociedad actual están propiciando una arquitectura más orientada hacia lo social, que presta mayor atención a las particularidades individuales, a los cuidados necesarios e incluso a la identidad cultural; aunque cuando me hacen este tipo de preguntas, tiendo siempre a pensar en un círculo bastante reducido, aquel de las arquitectas y los arquitectos que a mí personalmente me interesan, los que comprenden la profesión como una labor humanista. Sin embargo, me temo que estos constituyen una minoría, y su influencia es mínima en la construcción de las ciudades hoy en día, donde sigue prevaleciendo la búsqueda de plusvalía económica generada por nuestra profesión por encima de cualquier otra consideración, y en la cual una gran parte de nuestro colectivo es cómplice necesario.
Carmen Martínez Arroyo:
En mi opinión, las transformaciones en relación con el feminismo en la arquitectura se manifiestan en la misma medida en la que modelan a toda la sociedad. El primer cambio que he observado ha tenido lugar en la universidad: cuando yo estudiaba la carrera, cursaban Arquitectura el doble de hombres que de mujeres. Ahora el porcentaje de mujeres es muy superior.
Lo que me entristece es que entre los estudiantes que acaban la carrera la mayor parte de las mujeres buscan enseguida una estabilidad económica y se dedican al interiorismo o a trabajar para otros, mientras que los hombres son más valientes – o inconscientes, como fui yo al terminarla- y se lanzan a la aventura de montar un estudio propio. Falta mucho por hacer en cuanto al género cuando son las propias mujeres las que echan el freno. Por eso creo que las profesoras tenemos que apoyar más que nunca a nuestros estudiantes -sean hombres o mujeres- para que crezcan como personas y no dejen de creer en sí mismos.
Rosa Rull:
Centrándome en el ámbito de España, creo que todos estaríamos de acuerdo en que la respuesta a la pregunta de qué debe ofrecer la arquitectura a la sociedad y al individuo es, fundamentalmente, conocerlos y tenerlos en cuenta. En los últimos años, eso que hemos denominado «disciplina arquitectónica» se ha abierto realmente a otros campos, dejando así penetrar en ella las inquietudes y necesidades de la sociedad y del individuo y que se transformen en verdaderos inputs de los nuevos proyectos. Y ya no de una forma lateral, como venía siendo desde hace décadas, sino de una forma central: ocupando los idearios de la arquitectura más contemporánea que nos rodea.
Es cierto que la parte fundamental y prioritaria de este ideario lo está ocupando todo lo relativa a cómo debe la arquitectura afrontar el cambio climático gestionando los recursos, algo que tiene que ver con el planteamiento, diseño y construcción de ciudades y edificios. Quizá, por ello, el capítulo dedicado a las necesidades de la población (ciudad de los cuidados) y al género no sea el principal.
En las escuelas de arquitectura ha habido avances en la incorporación de la perspectiva de género al diseño, sobre todo en lo que respecta al planteamiento de las ciudades y los proyectos de vivienda. Sin embargo, esto no ha sido consecuencia de que el tema haya sido incorporado como asignatura a los programas de estudio, sino porque algunas profesoras se han encargado por su cuenta de hacerlo parte de sus programas docentes.
Que la población ha cambiado es un hecho: es diferente, piensa diferente y vive diferente. Algunos talleres de proyectos se están planteando tomando de partida esta consideración, aunque siempre de forma experiencial y sin soporte teórico profesional.
Quizá sea el momento de conseguir que haya en la universidad una cierta transversalidad entre escuelas y facultades que ayude a ampliar el espectro de población a considerar y que permita hacer ciudades y edificios más inclusivos, porque la verdad es que cambiar, lo que se dice verdaderamente cambiar, todo ha cambiado más bien poco.
Anna Bach. www.annaeugenibach.com
María González. www.sol89.com
Carmen Martínez Arroyo. www.arroyopenjeam.com
Rosa Rull. www.bailorull.net
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