ShowPass: © Pol Viladoms

Entrevista por Freddy Massad

Esta conversación con el arquitecto Micheel Wassouf transcurre en su casa-laboratorio, ShowPass, desarrollada junto a Angelika Rutzmoser, y situada en el barrio barcelonés de Poble Nou. Es una antigua edificación que han rehabilitado según las pautas del estándar Passivhaus y que, además de como hogar, es para ellos el más idóneo campo de pruebas para su trabajo.

Es relevante que Wassouf señale como un primer ejemplo de casa pasiva una vivienda construida en la antigua Grecia, ya que esto confirma que las actuales nociones de “sostenibilidad” y “ahorro energético” no son un invento ni un hallazgo contemporáneo, sino que el cuidado en construir una arquitectura capaz de brindar un buen confort mediante elecciones sensatas respecto a cómo usar y aprovechar lo disponible, sin abusar ni expoliar el entorno y los recursos, ha formado siempre parte de la buena práctica de la arquitectura.

Rutzmoser y Wassouf trabajan con mediciones y datos que verifiquen lo correcto de sus estrategias, ayudando desde esa base objetiva y rigurosa a la mejora y avance de los materiales y técnicas con los que desarrollar viviendas ajustadas a ese estándar. Su propia actividad y su propio hogar son la confirmación de que, a través de Passivhaus, la arquitectura puede adoptar otra actitud: más paciente, más serena, más humilde y regresar así a una especie de dimensión primaria, más directa y sana, entre lo humano y lo construido.

Micheel Wassouf y Angelika Rutzmoser: ©

Dentro del momento crítico en que ahora mismo nos encontramos respecto a los recursos energéticos y la emergencia climática, ¿por qué es importante comprender la relevancia del estándar Passivhaus?

Passivhaus aborda los que conciernen a una de las actividades que más consumo de energía genera: la arquitectura. Se estima que en torno al 30% del consumo total de una ciudad se debe a actividades de construcción, rehabilitación y uso de edificios.

¿Qué es una casa pasiva? ¿Cuáles son los aspectos clave que la definen?

Se señalan seis principios básicos, pero que tienen más que ver con soluciones tecnológicas y constructivas, como un alto aislamiento térmico, ventanas de alta calidad, control de puentes térmicos, control de infiltraciones de aire, ventilación controlada y protección solar. Esos serían los ejes principales, pero la casa pasiva también se basa en los principios tradicionales de la arquitectura para tratar de optimizar los recursos y crear unas buenas condiciones de confort para sus usuarios. Soluciones tradicionales, como la buena orientación, una alta compacidad del edificio o trabajar con la ventilación natural cruzada, son estrategias low-cost que tienen como efecto una buena arquitectura que permite conseguir ese nivel de confort.

ShowPass: © Pol Viladoms

Unas estrategias low-cost que heredamos del saber ancestral y tradicional que se unen a otras más avanzadas.

La tecnología ha avanzado y ofrece materiales que antaño no existían y cuyo nivel de sofisticación es muy elevado. En el pasado, la arquitectura consistía en optimizar mediante recursos medianamente pasivos, y hoy a esto se suman esos productos que podríamos llamar quizá high-tech, como la gama de soluciones disponibles en ventanas o el aislamiento térmico, un pórex que, aunque aparentemente sencillo, debe atravesar una decena de pruebas con grandes exigencias para poder certificar que cumple con la normativa vigente.

En tus conferencias muestras como ejemplo de casa pasiva una vivienda construida en Grecia hace 2.000 años. Es una clara manera de manifestar que no se trata de una cuestión de moda, sino la puesta al día de muchos aspectos que, como has señalado, llevan formando parte de la desde hace siglos.

Así es. La tecnología actual ha permitido ir más allá a las tecnologías constructivas del pasado. Siglos atrás todo era mucho más básico, ya que se construía empleando únicamente dos o tres materiales debido a la limitación de recursos.

Aquí en ShowPass, el edificio donde ahora mismo nos encontramos, se ha construido con muy pocos recursos: madera, cerámica… Aquí en los forjados, el material de relleno empleado para conseguir una masa y una cierta estabilidad es arena de la playa.

En la actualidad, la construcción es mucho más sofisticada, pero es algo que yo comprendo como una continuidad, ya que la prioridad esencial del ser humano ha sido siempre lograr un alto nivel de confort. La arquitectura de la domus o las termas de los antiguos romanos son una evidencia de cómo alcanzar el mayor alto grado posible de confort es un objetivo que siempre ha existido.

ShowPass: © Pol Viladoms

¿Puede decirse que Passivhaus consiste también en racionalizar acciones que antes, y particularmente en la arquitectura vernácula, eran sobre todo fruto de la intuición y del sentido común?

Así es. Gracias a los programas digitales de simulación, disponemos hoy de herramientas de cálculo muy precisas que nos ayudan a anticipar muchos aspectos relativos al confort interior que tendrá un edificio y una vivienda. Son herramientas que ofrecen mayores opciones para optimizar el edificio que aquellas que poseía un arquitecto en el pasado, quien, como dices, se valía de una intuición y un sentido común que le permitían dar con soluciones atinadas. Las herramientas tecnológicas actuales permiten afinar mucho más esas soluciones y prever su resultado.

Es importante entender que Passivhaus plantea un método de construcción destinado a lograr el mayor ahorro energético posible. No se trata de un modelo concreto definido por una tipología o el uso exclusivo de unos materiales específicos.

El estándar Passivhaus se desarrolló en la década de 1990 en la región alemana de Hessen a través de una protoinvestigación que fue financiada con fondos públicos con el propósito de paliar los efectos de la pobreza energética. Se encargó a un equipo de físicos que desarrollaran un método de construcción que permitiera reducir los gastos en consumo energético de las familias. Esta investigación se centraba principalmente en la fase operativa, en cuestiones como, por ejemplo, reducir el uso de la calefacción.

Las normativas internacionales sobre sostenibilidad marcan una treintena de criterios: reutilización de aguas pluviales, aprovechamiento de la luz natural, materiales de baja huella de carbono, pinturas con baja emisión de COV, tener una parada de transporte público próxima al edificio… Mientras que Passivhaus se centra, por su parte, en otros vectores muy determinados. Digamos que una casa pasiva puede estar enteramente construida con paja y usar lana de oveja como aislamiento o bien estar construida con acero inoxidable y esprayado de poliuretano. Ambos extremos son posibles, por eso deja en manos del arquitecto y el promotor la posibilidad de agregar los demás vectores de la sostenibilidad.

ShowPass: © Jordi Marti Muñoz

Tengo entendido que el concepto passivhaus nace con posterioridad a la crisis del petróleo que se produjo en la década de 1970 y que obligó a minimizar el consumo de recursos. Ahora mismo nos encontramos ante una situación tan intensa como fue aquella.

Justamente, por eso creo que el concepto passivhaus puede considerarse el futuro, al menos inmediato, tanto para hacer frente a la urgencia política como medioambiental de este momento.

¿Cuál es el límite? Quiero decir, ¿es posible construir un rascacielos pasivo?

Por supuesto. En Boston y Nueva York, por ejemplo, hay rascacielos pasivos. En esta última ciudad hay una normativa muy exigente para conseguir la descarbonización en el 2050, lo que lleva a que haya muchos promotores y técnicos que ahora mismo estén optando por construir según el estándar Passivhaus.

ShowPass: © Pol Viladoms

No es inmediato, pero despista un poco porque da la impresión de que estás pagando más dinero en esos primeros diez o quince años, pero la metodología de la amortización simple no es la adecuada para analizar la viabilidad de la construcción sostenible.

Como digo, lo apropiado es realizar un cálculo de anualidad y así se comprueba que los resultados, a nivel de costes, son muy parecidos respecto a un edificio no construido según el estándar Passivhaus. Así que, comparando los dos estándares y viendo que aproximadamente se pagaría la misma cantidad de dinero, lo lógico sería optar por el estándar más eficiente.

¿Es posible aplicar este estándar a la vivienda de protección oficial sin que incremente excesivamente su precio final?

Desde luego. Si se compara el precio de un mismo edificio construido según el estándar de referencia (que en España es el Código Técnico) y según el Passivhaus, veremos que hacerlo aplicando el segundo supone un incremento de precio de aproximadamente un 10% respecto al otro.

Si alguien solicita un crédito bancario para financiar una obra de casa pasiva, con un interés x, sumando a los pagos anuales de esa hipoteca el coste por el consumo de energía, y lo compara con los gastos que genera un mismo edificio construido con el Código Técnico, comprobará que el coste es bastante similar, ya que lo que se abona de más en concepto de hipoteca queda compensado por el menor gasto en las facturas de energía.

Hay que hacer el cálculo del método de anualidad, que refleja con claridad el flujo de caja de una familia. Esto nos ha permitido ver cómo en algunos casos la anualidad es más baja en edificios Passivhaus.

Si se hace un cálculo de amortización simple, que consiste en dividir el sobrecosto entre los ahorros anuales, en un edificio en Barcelona, por ejemplo, da como resultado un plazo de recuperación (payback) de entre unos diez y quince años.

La casa en la que ahora mismo nos encontramos es evidencia de que es posible rehabilitar una casa y adaptarla al estándar Passivhaus.

Nuestro trabajo aquí ha consistido en adaptar ese conocimiento que desarrollaron en Alemania los pioneros del Passivhaus y aplicarlo al ámbito mediterráneo, cuyas características climáticas son muy distintas a las que se dan en aquel país.

Esta vivienda que bautizamos ShowPass fue construida en 1900, pero ahora mismo estamos desarrollando proyectos para rehabilitar en Madrid bloques de vivienda de protección oficial construidas entre la década de 1990 y 2010, edificios ya obsoletos energéticamente y que nos plantean retos logísticos y técnicos, como, por ejemplo, dónde ubicar el sistema de ventilación, el cambio de ventanas etc.

Se trata de un trabajo que requiere un conocimiento y una sensibilidad arquitectónica y a la vez energética. Hacer una vivienda pasiva exige un equipo bien formado en este tema.

Regresando a la cuestión de los costes y sobrecostes de tu anterior pregunta, el sobrecoste para la rehabilitación del ShowPass ha estado en torno al 10%. La tarea principal ha sido llevar a cabo refuerzos estructurales, que pesan más que la adaptación al estándar Passivhaus . La suerte de contar o no en una pared con una cimentación adecuada impacta muchísimo más sobre los costes que la decisión de poner ventanas Passiv o “normales”.

Micheel Wassouf y Angelika Rutzmoser: ©

Todo edificio es entonces susceptible de ser rehabilitado para adaptarse a ese estándar. Ya no sólo un edificio como este, de comienzos del siglo XX, sino uno construido en la década de 1970, o uno de apenas dos décadas de antigüedad, como decías, y que ya ha quedado obsoleto en muchos sentidos.

Quizá haya tipologías o edificios de determinada época que sí plantean una mayor complicación. Cualquier vivienda construida después de la década de 1940 supone algo más de dificultad por la cuestión de la altura. Aquí en ShowPass tenemos la suerte de tener una altura libre de 3,20 metros, algo que ofrece más posibilidades para trabajar con los conductos de ventilación. En una construida después de 1970 estas posibilidades se reducen, pero sin que se convierta en algo imposible. Existen tantas soluciones a nivel técnico que no hay excusa para rechazar adoptar este estándar.

Actualmente, Alemania está teniendo que recurrir al carbón para poder satisfacer sus demandas energéticas básicas. Estamos viendo en este momento que la energía que durante muchísimo tiempo se estuvieron dando por ciertas o, por lo menos, por sentadas respecto a un futuro sostenible no va a bastar. Ante este escenario, ¿es posible repensar ciertas cuestiones sobre el uso de la? ¿Existen otras alternativas viables?

Veo este preciso momento crítico en que ahora estamos como un periodo pasajero. Al tratarse de fuentes limitadas supone que, por lo menos en Europa, donde el propósito es que hacia 2040 o 2050 las ciudades sean carbono neutral, habrá que apostar por las tecnologías Passivhaus en la escala del edificio. Passivhaus se optimiza hoy pensando en la que será previsiblemente esa sociedad de 2040, donde el 100% de la energía procederá de fuentes renovables. Uno de sus criterios principales es la limitación de la energía primaria, pero no la actual, sino aquella de la sociedad descarbonizada.

Supongo que no hay que tomar eso como una feliz utopía, fácil de manejar. Imagino que será necesario definir cómo hacer un buen uso de esas energías.

 

Idealmente, la sociedad del futuro se abastecería de fuentes 100% renovables.

Habrá, por supuesto, quien aduzca que entonces ya no será necesario construir según estándares de eficiencia energética y podrá volverse al vidrio simple, sin ningún aislamiento, porque tendremos energía gratuitamente; sin embargo, este es un pensamiento muy peligroso porque la energía limpia seguirá siendo de alcance limitado.

El sol será necesario en este futuro para el desarrollo de procesos industriales, agrícolas, de transporte… Por eso debe haber un concepto holístico respecto a qué hacer con la energía disponible, con los recursos renovables. Passivhaus señala que es importante seguir manteniendo una alta rigurosidad en lo concerniente a eficiencia energética para consumir el mínimo posible en edificación y dedicar los recursos a otros procesos.

ShowPass: © Jordi Marti Muñoz

¿El avance tecnológico en los medios de captación de energía renovable, por ejemplo, los paneles solares, permitirá un incremento y mejor aprovechamiento de dichas energías?

Seguro. Además, ahora el gran reto para los científicos es optimizar el almacenaje de energía renovable. El gran problema para el futuro será cómo gestionar correctamente esas energías. Por ejemplo, cómo conservar el exceso de sol del verano para poder utilizarlo durante el invierno.

Los políticos se llenan la boca hablando de combatir el cambio climático, los objetivos de la Agenda 2030… Apelan a medidas grandilocuentes, como suprimir el tránsito de vehículos en las ciudades, pero creo que no tienen conciencia ni conocimiento de acciones a escala doméstica, como las que constituyen el foco del estándar Passivhaus, y que, como expones, son un componente de vital importancia dentro de toda la serie de acciones que son necesarias en este momento. Hablabas antes de retos a los que este tema se enfrenta, el de otorgarle una correcta dimensión política es posiblemente otro de ellos.

Sí, es un asunto que hay que abordar en todas sus escalas si queremos que la sociedad sobreviva. Desde la micro hasta la macroescala: comenzando por el urbanismo regional, el urbanismo de la ciudad, pasando después a nivel de barrio y, después, el edificio. Passivhaus ha demostrado proporcionar una solución muy adecuada para la escala del edificio, pero hay que ir más allá con soluciones de sentido común y bajo impacto.

La pandemia ha puesto de manifiesto la rapidez con la que los políticos pueden intervenir en la vida cotidiana de las personas, pero no han dado aún el paso para hacer algo similar con la energía. Es un tema en el que es urgente un movimiento radical de cambio. Por ejemplo, debería marcarse una bolsa con un determinado número de toneladas límite que cada individuo pueda consumir por año en las sociedades occidentales. Pero lo importante sería también establecer medidas que asegurasen que esa distribución se efectuara de manera equitativa entre toda la sociedad, no favoreciendo a aquellos de mayor poder adquisitivo.

ShowPass: © Pol Viladoms

Esta última observación me lleva a preguntarte cómo crees que sería necesario trabajar para evitar que la aplicación del estándar Passivhaus esté condicionado por las diferencias económicas entre clases sociales y cómo implantar este estándar en países en vías de desarrollo.

Mi experiencia en Latinoamérica me ha hecho ver que hay tantos problemas con las cuestiones básicas de la vivienda que aplicar este estándar constituye una especie de lujo.

Se han realizado algunos proyectos que, a largo plazo, se plantean muy interesantes, pero en un mercado como el de Latinoamérica es necesario ir paso a paso. Hay que ofrecer pequeñas acciones de mejora en la eficiencia energética para que ese mercado se adapte poco a poco a esa oferta de productos. Ahora mismo es un proceso que se encuentra en sus inicios y posiblemente serán promociones para un poder adquisitivo alto, las que comiencen a adoptarlo, generando así un efecto remolque para que las edificaciones realizadas para las capas medias y bajas también tomen esa dirección.

Y, a manera de conclusión, observando el actual contexto en que nos encontramos y en el futuro a medio plazo, ¿podemos seguir construyendo o deberíamos comenzar a centrarnos en rehabilitar lo ya construido?

En las sociedades occidentales, hemos de apostar de pleno por la rehabilitación, aunque es más complejo. El hecho de que las personas estén habitando una vivienda agrega dificultad a la hora de proceder a una rehabilitación. No es imposible, pero sí es, lógicamente, más complicado. Ahora mismo estamos llevando a cabo desde Energiehaus un proyecto piloto en un bloque de viviendas sociales en Madrid, donde la gente sigue residiendo en sus domicilios durante el proceso de reforma, y hemos hecho algo similar también en México, lo que demuestra que, pese a la complicación que puede plantear, es viable. Eso sí, requiere de mayor gestión, porque a veces son imprescindibles intervenciones en el interior de los edificios y es inevitable interrumpir las dinámicas de los usuarios, pero, insisto, es un tipo de propuesta viable y que confirma que es absolutamente posible apostar de pleno por la rehabilitación energética.

ShowPass: © Pol Viladoms