Fredy Massad
Cayetana de la Quadra-Salcedo y Josemaría de Churtichaga llevan treinta años dedicados a la arquitectura, desarrollando proyectos en todos los ámbitos de la profesión.
El tema de los espacios de trabajo ha tenido siempre un lugar muy especial en su práctica, abordándolos desde una visión que, a menudo, ha querido ir deliberadamente contracorriente de lo establecido.
Josémaría de Churtichaga habla aquí de las reflexiones que ha dejado esa experiencia práctica y su perspectiva sobre ese mundo, que ha evolucionado velozmente en los años más recientes, debido a la digitalización y que se ha propulsado aún con más fuerza tras la pandemia.
El espacio de trabajo está atravesando hoy en día un evidente proceso de evolución. Con anterioridad a la pandemia, ya podían advertirse significativos cambios en nuevos proyectos: se potenciaba la flexibilidad de usos de los diferentes ámbitos del espacio de trabajo poniendo de manifiesto no sólo la evolución en las dinámicas del ejercicio laboral posibilitadas por las nuevas tecnologías, sino también cambios de mentalidad respecto a los parámetros jerárquicos que antes lo estructuraban. El periodo de confinamiento nos situó ante la necesidad de introducir el espacio laboral dentro del doméstico, afianzando una transición hacia el teletrabajo que diluye las fronteras entre ambos o, quizá, mejor dicho, da lugar a una hibridación de ambos.
El término “oficina” resulta hoy innecesario e inexacto, creo que debe desterrarse, del mismo modo que el concepto “horas laborables” ha cambiado. Hoy hay una frontera borrosa entre el trabajo y la vida, de modo que podría decirse que llevamos el trabajo con nosotros mismos, el espacio de trabajo es una disposición, ya no es un espacio físico determinado.
La oficina era tradicionalmente concebida como un espacio ordenado, donde se buscaba la concentración, la productividad, la eficiencia…y la arquitectura se enfocaba en ese sentido. Sin embargo, hoy, en cierto modo se han invertido los términos. Ahora el espacio de trabajo ideal que queremos seguir llamando “oficina” ya no tiene esas características, sino que se ha convertido en un espacio en el que precisamente se busca el encuentro, el choque de ideas, la relación con los demás, el crecimiento a través de la dialéctica de grupo. Por ese motivo bromeo a veces diciendo el espacio de trabajo ideal ha de ser cómodo, sino que tiene que ser un espacio diverso, incluso contradictorio, inspirador y muy enfocado a despertar nuestros sentidos. Se da la paradoja de que la concentración y el sosiego podemos encontrarlos en el trabajo no presencial, de ahí que el potencial que nos ofrecen los nuevos espacios de trabajo es el de convertirlos en la ‘anti-oficina’.
Y sí, como señalas el periodo de pandemia ha sido un catalizador para descubrir estas nuevas realidades de manera brutal, en cierto modo sin pandemia, este experimento todavía estaría pendiente.
¿Qué debe ser hoy entonces ese espacio destinado al trabajo presencial?
El espacio destinado al trabajo presencial, ha de cambiar absolutamente, y muchas empresas incluso muy grandes están empezando a entenderlo.
¿Cuáles son las ventajas del trabajo presencial? Pues precisamente, como antes he señalado, el encuentro, la formación, el debate, la discusión de ideas, el crecimiento, a través del grupo, las ventajas de estar físicamente cerca y en sociedad… Para generar ideas, para cambiar actitudes, yo cuestiono de nuevo esa idea de escenario de trabajo perfecto, impecablemente iluminado, con unas mesas de diseño maravilloso y sillas ergonómicas, porque, a mi entender, hoy el trabajo es inspiración y ésta la encontramos en la vida: distintos ambientes, distintas atmósferas, distintas sensaciones, incluso atmósferas incómodas, nos hacen comportarnos de diferente manera. Sentir frío o calor generan en nosotros actitudes y reacciones diferentes. Distancias muy cortas entre la gente a veces promueven la conversación más que la incomodidad. Por eso planteo a veces que este nuevo espacio de trabajo ha de ser un poco “ascensor”: escenarios donde, como en los ascensores, pueden surgir chispas positivas… Esa es la actitud que debe facilitar el nuevo espacio de trabajo.
¿La dimensión fenomenológica es clave entonces a la hora de definir y concebir el nuevo espacio laboral?
Sí, absolutamente. Si se diseña pensando en el cuerpo, en sus reacciones ante diversos estímulos, iluminaciones, ambientes… encontraremos un lugar donde puedan ocurrir muchas más cosas, donde nos podamos desarrollar de maneras diferentes.
La tendencia a plantear las relaciones colectivas desde una perspectiva horizontal en lugar de una jerarquía verticalizada es también un factor fundamental. Igualmente, hoy nos parece aberrante la imagen de un gran espacio distribuido en cubículos casi aislados entre sí donde las personas permanecían sentadas durante horas y que hasta hace pocas décadas parecía expresar una idea de intensa e incesante productividad.
Las jerarquías persisten, pero son de otro orden y tienen un carácter casi virtual que no se manifiesta con tanta claridad en el espacio. Grandísimas empresas están acercándose a los espacios de co-working para buscar ideas y también encontrar nuevos enfoques contactando con las tribus que ya trabajan de manera diferente.
El concepto de espacio laboral de las empresas ligadas a la innovación tecnológica suele presentarse como referente revolucionario y rupturista. Vemos cómo se prestan a veces incluso a la parodia, por ser lugares donde esa incentivación de la libertad y la inspiración se concretan en planteamientos tan excesivamente lúdicos que llegan a pecar de cierto infantilismo.
Estoy de acuerdo. No me resultan creíbles esos lugares en los que pasar horas jugando al futbolín se considera algo estimulante y beneficioso para la calidad del trabajo. Refleja un concepto de lo lúdico en cierto modo anglosajón, y muy distinto de lo que ese concepto significa dentro del ámbito español o mediterráneo, donde por “lúdico” entendemos muchas otras cosas.
Además, habiendo tenido oportunidad de conocer alguna de esas oficinas de estas megaempresas, la realidad es que en ellas nadie tiene tiempo para hacer partidas de ping-pong: todos los empleados están trabajando a destajo. Es decir, esos planteamientos se quedan en una mera propuesta estética, visual, aunque supongo que lo que tratan de poner de manifiesto es el carácter y actitud corporativa de esa empresa y lo que quiere transmitir a sus trabajadores, y eso es algo clave. Pero insisto que la clave es que el espacio responda de manera diferente, no llenar un espacio con juguetes o cachivaches.
Hace ya algún tiempo llevamos a cabo la reforma del espacio de trabajo de la empresa Idealista. Era tipo de espacio que se correspondía con ese concepto más tradicional del ámbito de trabajo que antes mencionábamos, pero la actitud, apertura y voluntad de comunicación de la empresa eran absolutamente extraordinarias. Con esto quiero decir que el espíritu de la compañía puede subvertir la ‘negatividad’ que puede tener la disposición y aspecto de un determinado espacio de trabajo, Y en este caso, la compañía estaba muy por delante del espacio de trabajo donde desarrollaba su actividad. Nosotros modificamos esto para acercar el espacio al comportamiento que ya estaba en el propio ADN de la empresa.
¿La pandemia fue decisiva para consolidar esos cambios que ya venían anticipándose desde hace aproximadamente una década?
La pandemia demostró que era factible no pasar el 100% de nuestro tiempo en la oficina. De todas formas, ahora mismo está produciéndose un cambio feroz: grandes compañías estadounidenses están volviendo a exigir a sus empleados realizar su trabajo de forma presencial. Se han ido viendo los riesgos que supone el aislamiento de los trabajadores: falta de contacto fluido, descoordinación, dispersión, sustraerse a las obligaciones… También es muy crítica la situación que ahora mismo atraviesa la Administración en España, donde la productividad ha descendido notablemente en muchos departamentos tras la pandemia.
El confinamiento forzó la adopción del teletrabajo, un modelo que, a mi entender, sigue siendo válido en muchísimos aspectos. Yo, personalmente, soy partidario de una solución que equilibre ambos modelos: trabajo presencial y teletrabajo, como la que estamos aplicando en nuestro despacho. Nuestros colaboradores están contentos porque pueden conciliar su trabajo y su vida familiar, y a la vez mantenemos esa importancia del contacto humano, físico, a la hora de intercambiar ideas y coordinar temas que el teletrabajo elimina.
Dada la importancia de lo fenomenológico que concedéis a la arquitectura, esta idea del contacto físico, la implicación de los sentidos, de las emociones… es fundamental.
En todos los proyectos de espacios de trabajo que hemos realizado siempre hemos querido retar al cuerpo, a los sentidos. Como antes decía, que los espacios induzcan al usuario a comportarse de maneras desacostumbradas. Los valores que nuestra arquitectura puede tener se basan justamente en eso, en concentrarse en dar intensidad a las formas de sentir.
Reflejo de las transformaciones que se están produciendo en las dinámicas laborales, así como de las circunstancias del mercado inmobiliario, es el surgimiento de los espacios de co-working.
Es un tema delicado y en el que tenemos mucha experiencia. El término “co-working” se ha está usando como un comodín, que lo que hace es camuflar la oficina compartida de toda la vida donde lo único que han cambiado es el nombre, pero esos no son un verdadero espacio de co-working
El concepto de co-working sólo existe cuando se dan dos condiciones de manera simultánea: un espacio inspirador y la existencia de una comunidad. Construir una comunidad es la clave absoluta de estos espacios
Es decir, no se trata de ahorrar gastos, o de encontrar un lugar cerca de casa, o en un barrio muy cool, sino fundamentalmente por el hecho de que la comunidad que habita ese espacio de trabajo te potencie profesional y humanamente.
Explico esto haciendo un símil con la circunstancia de compartir un ascensor que antes comenté de pasada, pero no expliqué: un espacio reducido en el que, en el escaso tiempo que estás en él junto a otra persona, se produce una tensión curiosísima debido a la proximidad física. La distancia corporal se reduce al mínimo y uno invade el espacio del otro, y ahí es donde se produce la chispa. Estoy convencido de que dentro de un ascensor han nacido muchísimas cosas, tanto positivas como negativas. Un espacio de trabajo sería, de algún modo, como un gran ascensor. Por eso a veces instalamos en él sillas incómodas, porque, si una persona no está cómoda, al poco rato acabará levantándose y se irá a dar un paseo, y dando ese paseo encontrará a alguien y entablará una conversación. Imaginemos que un abogado y un arquitecto se encuentran y comienzan a charlar. Al principio, quizá les parezca que no tienen mucho que compartir, pero es posible que enseguida empiecen a ir apareciendo afinidades.
Podríamos sintetizarlo justamente así: nuestra labor como arquitectos en los espacios de trabajo es crear lugares donde surja la relación y diseñar mecanismos de afinidad.
En Hub Madrid (2008) planteasteis un sistema destinado a alentar el surgimiento de esos vínculos y relaciones.
Sí. Tuvimos la suerte de ser pioneros en España de estos espacios de la mano de una compañía de origen inglés, que ahora ha crecido muchísimo. Diseñamos unas grandes cajas de madera que nos construyó un fabricante de cajas de vino y con ella hicimos bibliotecas, muebles de cocina, las usamos como taburetes, mesas…Esa caja era como una especie de ladrillo con el que podía construirse todo.
Al comienzo, ese espacio era utilizado por treinta personas – hoy son más de seiscientas- y pedimos a cada una de ellas que trajera una caja propia con sus libros de referencia, todos los libros que les habían inspirado en su vida, sin que tuvieran que ser necesariamente obras literarias. Escribimos en cada caja el nombre del propietario de esos libros. Esa idea fue un éxito total. Cuando yo voy a casa de alguien, inevitablemente curioseo en su biblioteca porque eso me permite ver cómo y quién es esa persona. La biblioteca me revela su mundo. Entonces, aquellas bibliotecas allí expuestas, permitieron justamente eso: personas de mundos completamente distintos y aparentemente sin nada en común, y aún menos ante una mesa de trabajo, entablaban conversaciones, se hacían amigas…Eso es el trabajo para mí: algo que te construye, te transforma y te permite estar con otros.
Decías antes que cuestionas esa idea del espacio de trabajo inmaculado y sofisticado. Cuando acude a vosotros un cliente para encargaros el diseño de una oficina u otro tipo de espacio de trabajo, ¿cómo le aproximáis a vuestra visión para convencerle de la idoneidad y potencial de un concepto que, tal vez, no coincida con las expectativas que puede haberse planteado?
Quienes acuden a nosotros son personas con una cierta inquietud y rebeldía. El cliente que desea ese tipo de espacio más, digamos, ‘ortodoxo’ recurre a otro tipo de estudios. De hecho, también hemos reducido nuestra oficina precisamente para lograr dedicarnos exclusivamente a encargos con este carácter.
Es decir, predicas a través de tus propias acciones. Ese concepto de trabajo como prolongación de la vida, significativo para nuestro crecimiento y bienestar emocional, es el que sustenta vuestra actitud a la hora de proponer espacios laborales.
Siempre hemos trabajado con libertad, pero ahora queremos hacerlo aún con mayor intensidad. Tener un estudio pequeño nos permite rechazar proyectos que no nos resulten estimulantes, aunque económicamente puedan ser muy convenientes. Queremos desarrollar nuestro trabajo siendo fundamentalmente fieles a nosotros mismos, si no, ¿qué sentido tiene hacerlo?
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