Retrato de Fermín Vázquez: © Rafael Vargas

Entrevista realizada por Fredy Massad

El componente creativo y la imaginación son componentes fundamentales para el oficio del arquitecto, un oficio que también consiste en saber resolver problemas para que un proyecto termine sirviendo adecuadamente para la función que deberá cumplir y cuidando a quienes habrán de ser sus habitantes o usuarios.

En las décadas más recientes se ha querido entender que ese componente creativo, cuanto más audaz, es el que hacía bueno a un arquitecto. La dimensión pragmática del oficio, la que en realidad logra la buena materialización de una idea osada e innovadora, parecía tener un papel secundario o meramente de reparto. No obstante, el papel de esos equipos locales, próximos física y mentalmente a la realidad y día a día de la construcción de un proyecto, es absolutamente decisiva.

b720 Fermín Vázquez Arquitectos es un estudio que se fraguó ejerciendo ese papel de asociado local y cuidando de la construcción de proyectos de arquitectos internacionales tan renombrados como Jean Nouvel, David Chipperfield o Toyo Ito, compatibilizándolos con sus propios proyectos, aplicando el conocimiento y capacidad adquiridos enfrentándose a grandes retos.

Han antepuesto siempre la profesionalidad y la calidad al protagonismo, y esto les ha llevado a afirmar un equipo cuyo carácter posee los rasgos que definen lo que hoy, en la tercera década del siglo XXI, debe ser un estudio de arquitectura: alejado de vanidades y autoritarismos y con un fuerte sentido de compromiso con la sociedad del presente y la del futuro.

Ana Bassat y tú fundasteis b720 Fermín Vázquez Arquitectos en 1997. Arrancó como un estudio que esencialmente destacó por trabajar como asociado local de despachos internacionales con proyectos en España y ha llegado a la actualidad como una firma con oficinas en Madrid y Barcelona que gesta y construye proyectos enteramente propios.

Matizaría esto. Las colaboraciones no fueron el origen, sino que han sido más bien una palanca de propulsión para muchas de nuestras aspiraciones originales, que siempre han sido las mismas. No es exactamente que debamos lo que somos a esas colaboraciones, pero sí que nos han permitido llegar a serlo más rápidamente.

Me siento muy satisfecho de poder decir que el estudio es hoy en gran medida aquello que quisimos que fuese desde su inicio más temprano, cuando el equipo lo formábamos solamente Ana y yo y nuestra aspiración era consolidar una firma que fuese profesionalmente muy fiable y que ofreciera propuestas arquitectónicamente valiosas y decididas a aportar. Esto último se ha mantenido siempre como una constante entre nosotros: esa voluntad de poder crear edificios que otorgaran algún sentido al mundo en que vivimos.

Poder llegar a ser una oficina de probada solvencia profesional en España era algo que me parecía necesario a la vez que complicado. Me parecía evidente que era una aspiración que implicaba contar con un tamaño considerable, mayor que el habitual. Todo esto se hallaba ya claramente marcado en nuestra vocación de partida, lo que sucedió fue que, debido a diferentes circunstancias y azares, concretamos ciertas colaboraciones con renombrados colegas internacionales en un momento en el que España estaba importando la arquitectura de este tipo de firmas.

Firmas que, de algún modo, puede decirse que constituían más bien una marca. Que ofrecían edificios que, en aquella época de la llamada “arquitectura icónica”, eran equiparables a un exclusivo producto de lujo.

Sí, y mi opinión es que no debe denostarse este tipo de marcas. Por supuesto que hay elementos criticables; no obstante, es importante entender la marca como garante de un resultado concreto.

Como he dicho, esas colaboraciones surgieron a menudo por casualidades o afinidades y fueron una labor que nos satisfacía. Nos situaba además en un papel que nos liberaba de ciertas consideraciones, como el arranque conceptual, en el que siempre participamos activamente y estamos interesados, pero que naturalmente suele esperarse que la estrella internacional lidere.

¿Cuál era vuestra función esencial dentro de estas asociaciones?

Asegurar que ese proyecto ajeno se materializara de la manera más óptima, sin traicionar a nuestro cliente ni a la sociedad en el que iba a insertarse. Y elevar el listón.

Suponía para nosotros una situación perfecta, porque nos liberaba de guardar cualquier tipo de celo sobre nuestra autoría. Nuestra función consistía en estar implicados en esos proyectos realizando un trabajo entusiasta y con calidad.

Y era una posición que se retroalimentaba, porque cada vez teníamos más propuestas para ejercer como socios locales y esto era algo que nos confería de más autoridad y nos permitía cumplir nuestro objetivo de no ejercer meramente como oficina técnica, sino de implicarnos un desarrollo del trabajo a medias con el otro despacho, formar parte del proyecto desde el principio. Esto no quiere decir que no tuviéramos claro qué es lo que desea un cliente que elige un proyecto de una determinada firma, pero no queríamos ejercer una labor de simples espectadores o de “mano de obra”.

Quiero señalar también que esta no es una tarea que nos interesara llevar adelante con cualquiera. Había colegas internacionales cuya arquitectura nos interesaba mucho y trabajar junto a ellos fue muy atractivo y gratificante, pero ha habido también otros casos en los que no nos hemos sentido capaces de ser intérpretes o compañeros de viaje. En otras palabras, casos en que hemos dicho “no” a estudios y arquitectos muy conocidos.

Camp Nou

Nou Camp Nou: © b720 Fermín Vázquez Arquitectos

Vuestra primera asociación fue junto a David Chipperfield, para un proyecto que finalmente no llegó a cuajar, y posteriormente vino la que os unió a Jean Nouvel para construir la Torre Agbar.

Exacto, algo que me parece que refleja la velocidad de nuestra consolidación como estudio.

El proyecto de Nouvel implicaba tal complejidad en abundantes sentidos y singularidad que puso a prueba toda esa vocación inicial nuestra. Fue una prueba que nos exigió y que, a la vez, supuso un inmenso aprendizaje. Fue también una experiencia positiva en el sentido de que se cumplió con todas las demandas respecto a plazos de entrega, objetivos, presupuesto… sin renunciar ni un milímetro a la enorme ambición arquitectónica del proyecto. Conseguimos construir un proyecto que planteaba gran complejidad a muchos niveles y que se encontraba situado en un contexto no necesariamente propicio, ya que el entorno urbano era complicado; la empresa que encargó el proyecto, pese a que su deseo era construir un edificio singular, era por tradición poco propensa a la experimentación; y Jean Nouvel era también una figura imponente en muchos sentidos. Toda esta suma de factores nos mantuvo en tensión por un prolongado periodo de tiempo, ya que el tiempo de construcción de este tipo de proyectos suele ser extenso. Proyectos de esta envergadura requieren además de un equipo humano grande, algo de lo que nosotros en aquel momento aún carecíamos.

El impacto de un proyecto de este tipo, sumado al de otros que estuvimos realizando durante aquella misma época aceleró nuestra curva de aprendizaje, de manera que en un lapso de diez años acumulamos un nivel de experiencia y conocimiento equivalentes a los que posee una oficina con una trayectoria de tres décadas.

Estación Alta Velocidad Sagrera : © b720 Fermín Vázquez Arquitectos

Considero muy importante subrayar el hecho de que muchos de aquellos edificios concebidos por grandes arquitectos estrella internacionales que se construyeron en España en ese periodo llegaron a buen puerto gracias a la eficiente labor de los estudios locales con los que estos se asociaron.

Ciertamente. La calidad del resultado final tiene mucho que ver con el equipo que está más allá de esa firma. Tiene que ver con la calidad de esa firma importada y de las razones que la traen a construir aquí y con cómo se organiza posteriormente el equipo que va a estar al frente de la realización de ese proyecto en el lugar.

Probablemente también tenga mucho que ver con la actitud general. La actitud mutua. Me alegro por eso de haber insistido siempre en no ser arquitectos subsidiarios. Por supuesto, nosotros siempre hemos estado al servicio de un determinado resultado final, pero en las relaciones con nuestros colegas, tanto internacionales como nacionales, siempre se ha dado una relación de respeto mutuo y de diálogo. De verdadera asociación.

Usamos siempre la expresión “a medias”, pero no con un sentido empresarial o laboral, sino en el sentido de que somos responsables del proyecto por igual.

Planteas además que aquello a lo que verdaderamente dais valor no es tanto el hecho de trabajar codo con codo junto a una firma de arquitectura internacional célebre como la ocasión de seguir aprendiendo y evolucionando que ello os brinda.

Esas colaboraciones no han sido algo que hayamos estado dispuestos a hacer con cualquiera. Hemos rechazado propuestas de estudios muy importantes porque hemos considerado que no íbamos a poder considerar propio cierto tipo de arquitectura.

Otra cosa es cuando se colabora con un arquitecto en cuyo trabajo nos interesa mucho. Pueden estar desarrollando un trabajo que quizá tenga poco o nada que ver con el que uno produciría, pero sí son colegas con los que es posible trabajar con cierta facilidad porque somos capaces de detectar con claridad sus ciertas invariantes, maneras de abordar las cosas… Y, por otro lado, trabajar con arquitectos con los que la afinidad no era tan directa también nos ha ayudado mucho a liberar la mano, adiestrarla en diferentes formas de “escritura”, por decirlo de algún modo, y librarnos también de obsesiones personales que, a veces, podían llegar a ser paralizantes, para descubrir así lo apasionante de realizar otro tipo de pruebas y exploraciones que, en ocasiones, venían propuestas por la otra parte.

Hay también otro aspecto muy interesante desde el punto de vista intelectual de la profesión y que es comprobar cómo se llevan a la práctica determinadas cosas en otros países, cómo surge una propuesta concreta. Esta situación nos permite ver esto de cerca, estar cerca de estos entornos que, al fin y al cabo, son muy similares a los nuestros. Comprobar hasta qué punto nos parecemos y nos diferenciamos de otro siempre es fascinante.

Esta actitud de apertura tiene que ver también en vuestro caso con el desinterés, incluso rechazo, a desarrollar unos rasgos de estilo o una estética definitoria que se identifique como vuestra firma o marca.

Creo que si hay algo que podría definirse como “marca b720” es el elevado nivel de calidad que se espera en los proyectos que salen de nuestro estudio. Como dices, no se trata de unas cualidades estilísticas o formales inconfundiblemente reconocibles, pero sí de otras, constatables en aquellos aspectos relacionados con la calidad constructiva del edificio, cualidades relacionadas con principios sólidos.

Me esfuerzo deliberadamente, y cada vez con más intensidad, en no condicionar demasiado el trabajo del estudio con mis intereses o criterios estrictamente personales. Que algo no salga exactamente como uno lo hubiera hecho no significa que sea necesariamente malo. Al contrario, es posible que el resultado sea incluso mejor.