Fredy Massad

La redefinición y puesta al día de la vivienda colectiva es uno de los asuntos clave para la arquitectura de hoy. Los cambios producidos en las últimas décadas a nivel social y tecnológico, así como la preocupación por la sostenibilidad y el medio ambiente, exigen una actualización de la forma en que diseñamos, construimos y habitamos nuestras casas.

Carmen Espegel, arquitecta y docente en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, dirige el Grupo de Investigación Vivienda Colectiva en esta misma escuela. El tema de la vivienda colectiva es precisamente el núcleo de la exposición «Amaneceres domésticos» (actualmente en el Museo ICO), de la que es co-comisaria.

Junto a Andrés Cánova y José María de la Puerta eres responsable de «Amaneceres domésticos. Temas de vivienda colectiva en el siglo XXI», exposición que podrá visitarse en el Museo ICO hasta el próximo 15 de enero. Creo que es una muestra muy destacable, no sólo por su evidente voluntad didáctica, sino también por la amplitud de temas para la reflexión que propone.

Estamos satisfechos. Ha interesado a una gran cantidad de público, y eso era justamente lo que pretendíamos: que no se limitara a ser una exposición técnica, estrictamente dirigida a arquitectos. Queríamos que «Amaneceres urbanos» no fuera sólo una exposición sobre edificios, que lo es, sino un planteamiento de temas sobre los que podemos pensar en relación a la vivienda.

Nuestro reto era también abrir la vivienda al debate. Para ello, hemos marcado siete conceptos que sintetizan qué es lo que actualmente está dándose en el ámbito de la vivienda en Europa y que nos han permitido abrir un panorama más o menos amplio a partir del cual empezar a discutir: «Conciencia climática», «Recargas activas», «Cuidados domésticos», «Nueva gestión», «Contextos urbanos», «Vivir y compartir» e «Identidades icónicas». La muestra es una especie de gran espejo que quiere mostrar a sus visitantes las realidades de nuestro país y de otros.

Life Reusing Posidonia: Alfonso Reina Ferragut, Antonio Martín Procopio, Carles Oliver Barceló, Xim Moyá Costa. España, 2009-2017 © José Hevia

Es patente el profundo trabajo de investigación que hay tras ella y el rigor con el que ha sido llevada a cabo, algo que, lamentablemente, no es demasiado habitual encontrar hoy en día, ya que muchas exposiciones prefieren hacer primar lo lúdico y efectista sobre lo divulgativo. Igualmente, el catálogo editado y el material que se ofrece en Internet representan también un excelente complemento para ese recorrido en profundidad sobre el tema de la vivienda.

Entendíamos que era complicado que un visitante pudiera ver íntegramente todos los vídeos que se muestran en la exposición, por eso se ofrece online para quien desee ver ese material con detenimiento.

Por otro lado, el catálogo ofrece material adicional: contiene fotografías que no están en la exposición, escritos teóricos de filósofos y sociólogos… Lo concebimos como un elemento que pudiera tener vida más allá de la exposición. Publicamos una primera versión el pasado mes de enero en un volumen titulado Haustag y que tenía un carácter más neto de atlas. En él se presentaban diecinueve conceptos y una sesentena de proyectos que en esta segunda publicación se han reducido a siete y veintiocho. «Amaneceres domésticos» presenta siete casas y cuatro edificios por concepto.

¿Cómo llevasteis a cabo esta investigación?

Compilamos todas las viviendas publicadas en revistas o mencionadas en textos y galardonadas. Reunimos así en torno a 1.800 proyectos a partir de los que efectuamos una primera selección de 500 y confeccionamos una ficha de cada uno de ellos para estudiarlos más en profundidad. Realizamos una segunda selección tras la que finalmente quedaron escogidos 70 proyectos, quedando descartados muchos que podrían haber estado incluidos aquí. Esos fueron los proyectos que contenía Haustag, junto a textos teóricos de peso importante, ya que nuestro propósito era hablar ante todo sobre conceptos y no tanto sobre edificios. Dichos conceptos, o tags, son el resultado de contrastar todas esas memorias a fin de identificar las palabras que aparecían con más frecuencia en ellas.

Entre esos tags figura «pandemia».

La llegada de la pandemia nos hizo repensar toda la investigación que habíamos estado desarrollando.

Comprendimos que no podíamos eludir el análisis de qué ha sucedido tras la pandemia, cómo ha incidido esta experiencia sobre la vivienda. Incluimos esa reflexión de Javier Echevarria sobre la vivienda digital y la exposición culmina en ese espacio en blanco con sus textos, para ofrecer un lugar donde el visitante pudiera meditar sobre todo aquello adquirido en la exposición, pero teniendo muy presente la presencia tras él de unas cortinas antimoscas, con las que estábamos tratando de hablar de esa vivienda que liga los usos tradicionales con esa digitalización que ya ha entrado en ella tras la pandemia.

La idea de la casa como refugio cerrado ha quedado algo obsoleta porque, aunque siga siendo un entorno protector, podría decirse que se ha vuelto un refugio muy abierto. Los límites de la intimidad se han transformado tras la introducción en casa de esos dispositivos digitales que nos permiten estar totalmente conectados todo el tiempo. Los muros domésticos ya no son hoy como los de los castillos de antaño, cerrados y privados. Esta es una idea sobre la que demos reflexionar: la casa se ha conectado plenamente con el mundo y eso, lógicamente, conllevará cambios.

Durante el confinamiento se habló acerca de esa necesidad imperativa de cambios en nuestros modos de habitar la casa, pero parece que ese debate se ha ido apagando a medida que recuperábamos la “normalidad”.

Todo sucede a gran velocidad hoy en día y es cierto que casi todo ha regresado al punto donde nos encontrábamos antes de la pandemia.

Creo que sí han quedado ciertos rastros de esa experiencia. En el ámbito inmobiliario, por ejemplo, ahora mismo se están vendiendo muchas más viviendas con terraza. Otra consecuencia es que muchos pueblos han vuelto a repoblarse, ya que muchas personas han descubierto que una buena conexión digital les permite seguir trabajando y disfrutar de una mejor calidad de vida en ellos.

No obstante, como digo, casi todo ha vuelto al punto anterior. Es una lástima que tengamos esa falta de memoria, que la memoria sea tan frágil. La inercia que nos lleva a mantener las cosas sin cambios es muy fuerte. El arquitecto vive sumido también en las inercias domésticas cotidianas y es difícil poder proyectar sin ese lastre de rutinas y tics que todos portamos inconscientemente en el cerebro. Las inmobiliarias y administraciones también padecen de esto mismo, por ese motivo siguen vigentes normativas de la década de 1960 y que ya están claramente desfasadas.

Los cambios de índole sociológica que se han producido y su incidencia en las formas de habitar es otro aspecto en el que la exposición se detiene. Como acabas de señalar, esas normativas, planteadas para unas estructuras familiares y otras convenciones sobre el habitar, resultan obsoletas para el momento actual.

En España, los arquitectos debemos entregar las viviendas sociales completamente acabadas. Y sucede que, poco después, uno encuentra los azulejos de la cocina o los inodoros del baño en los contenedores situados frente a esas viviendas. Los propietarios los han retirado porque no les gustan. Tiran a la basura esos componentes y materiales sin ser conscientes de que han sido costeados con dinero público.

En Holanda tradicionalmente se han construido las denominadas «viviendas básicas», viviendas sociales que se entregan con acabados muy baratos, siendo el usuario quien las completa. Al ser de bajo coste, la Administración puede construir mayor número de viviendas sociales y, dado que el habitante las completa a su gusto, puede hacerlas más suyas, sentirlas más propias, algo muy distinto a lo que puede suceder cuando, como aquí, al habitante se le entrega una casa totalmente finalizada. Puede dar la impresión de que ha sido tenido en cuenta. Este es un aspecto que la normativa debería repensar.

Otras cuestiones, a nivel de uso, también deberían repensarse. Por ejemplo, ¿por qué las habitaciones de los padres son de mayor tamaño que las de los hijos cuando lo más lógico sería que fuese a la inversa? Los padres utilizan su habitación casi exclusivamente para dormir, mientras que los niños y adolescentes utilizan el espacio de su habitación para diversas actividades, como estudiar, jugar… Una familia actual difícilmente puede adaptar sus actividades a una vida diseñada en los años 60. Es necesario poder disponer de una vivienda capaz de acoger los progresivos cambios que se vayan produciendo en nuestra vida: quizá ahora compartimos nuestra casa con tres hijos, pero es muy probable que en pocos años el número de habitantes se reduzca a uno o tener el caso de que, por acuerdos de custodia, durante unas semanas al mes una a casa acoja a cinco personas y, durante otras, a dos. La vivienda debería ser capaz de poder adaptarse fluidamente a toda esa variedad de circunstancias.

¿Cuáles son los conceptos que han tomado particular protagonismo en el debate de la vivienda en el siglo XXI respecto al siglo XX?

La sostenibilidad es un concepto ya intrínseco a todos los proyectos que se construyen. En la exposición hablamos sobre todo de un tipo de sostenibilidad más pasiva; es decir, de entender esas cuestiones básicas, como la importancia de una adecuada orientación, la proximidad de los materiales, que siempre han constituido una referencia para la arquitectura.

Otro concepto es la recarga, o reutilización que es algo que hemos hecho siempre (pensemos en el Teatro de Marcelo en Roma o el uso de sillares de antiguos edificios como material de construcción), pero quizá es necesario que retomemos con mayor conciencia en el sur de Europa. En el norte y el centro de Europa la reutilización de edificios ya ha superado el 50%.

Y un concepto que considero crucial es «gestión». Es un concepto respecto al que estamos algo rezagados respecto al resto de Europa y que deberíamos plantear a nivel de usuarios, administraciones y empresas inmobiliarias. La gestión es un tema importante porque afecta prácticamente a todos: compartir es gestión; reutilizar es gestión; las viviendas dispersas también son gestión; dotaciones colectivas o hibridación de usos dentro de un edificio es gestión. En este sentido, el proyecto más importante que presentamos en «Amaneceres domésticos» es la cooperativa Kalkbreite (Zúrich).

En Kalkbreite hay gestión de las administraciones, porque se trata de un edificio que se encuentra en suelo de propiedad municipal. Este tipo de cesión redunda en la reducción del precio de la vivienda. Por otro lado, hay gestión de los usuarios: el edificio tiene usuarios de toda índole; acoge desde residencias de estudiantes a viviendas de uso estrictamente particular, pasando por lo que se denomina clusters, pequeños grupos de apartamentos de una o dos o habitaciones y que comparten algo: un salón, un comedor, el servicio de un cocinero…es un punto de socialización intermedia muy atractivo. También ofrece, siguiendo indicaciones de la Administración, dotaciones que sirvieran al barrio donde se encuentra ubicado. Contiene aparcamiento de tranvías, cines, restaurantes, oficinas, una plaza pública…

Kalkbreite refleja cómo la vivienda ha de ser ese lugar intermedio que pueda dar apoyo a los cuidados y facilitar la vida en general.

Kalkbreite: Müller Sigrist Architekten. Suiza, 2009-2014 © Martin Stollenwerk Zürich Switzerland

¿Sería posible desarrollar hoy en España un proyecto similar al de Kalkbreite? La Borda, un edificio construido por Lacol en Barcelona, está enfocado a un tipo de vida muy concreto.

Es un proyecto más político.

Exacto. Y diría incluso que es también un proyecto dirigido a residentes de una cierta franja de edad, mientras que Kalkbreite alberga una mayor heterogeneidad.

Es un proyecto muy abierto. Sí plantea una forma de vida concreta, pero que se materializa en muy diferentes grados de selección que van de lo más público a lo más privado.

Me parece que, por una cuestión de mentalidad, un proyecto como Kalkbreite no podría reproducirse en España. Es un planteamiento que aquí es percibido con cierta extrañeza cuando lo explico, aunque sí suscita preguntas e interés.

En Suiza todos estos temas ya están muy protocolizados. Kalkbreite es un proyecto cooperativo en el que los residentes han participado desde el primer momento. Habitualmente, las cooperativas ya están formadas antes de la creación del proyecto, de manera que aspectos como la sostenibilidad del edificio, los usos a incluir, qué niveles de espacio compartido se podrían ofrecer, etcétera, ya han sido debatidos con antelación. Esto es algo que en España todavía está pendiente, por eso es un milagro que un proyecto como La Borda haya recibido el Premio Mies de Arquitectura Emergente este año, ya que la vivienda raramente es reconocida con ningún tipo de galardón. Suele ser tenida por arquitectura de segundo orden. Ese es el motivo que hace ese premio tan oportuno, porque discutir sobre vivienda es discutir sobre teoría de arquitectura.

Cooperativa de viviendas La Borda: Lacol SCCL. España, 2012-2019 © IMHAB

En los últimos años han aparecido interesantes proyectos de vivienda social, restituyendo a esta tipología una importancia que en los últimos veinticinco años había quedado diluida tras el protagonismo absoluto que se otorgó a los llamados «edificios icónicos». Las escasas excepciones que se dieron también se vieron afectadas de esos excesos de la arquitectura-espectáculo, como por ejemplo el Edificio Mirador en San Chinarro (Madrid) de MVRDV y Blanca Lleó.

En España se construyó excelente vivienda social durante el siglo XX y puede decirse que con unos niveles de calidad que la promoción privada podía envidiar (y, de entre la enorme cantidad de vivienda construida, sólo una muy pequeña parte estuvo en manos de arquitectos-estrella). Esto terminó con la crisis de 2008 y, personalmente, no estoy muy segura de que se encuentre ya en vías de recuperación. Es cierto que se están convocando algunos concursos abiertos, pero el panorama continúa estando difícil. Esa crisis partió por la mitad todo ese espléndido desarrollo que estaba teniendo lugar en el ámbito de la vivienda social en este país.

Vuestra exposición sostiene que la iconicidad del edificio es necesaria.

Puede ser necesaria. Planteamos que existe ese camino y puede funcionar.

En la periferia de las ciudades hay lugares carentes de identidad y que podrían ganarla a través de esos edificios; agregaría que incluso en el propio centro, tal como logra un edificio como el Timmerhuis de OMA/AMO, situado en el centro de Rotterdam y que acoge usos muy diversos, que incluyen desde oficinas públicas a teatros, además de las viviendas situadas en su parte superior.

En Holanda la iconicidad es está siendo la estrategia aplicada desde hace aproximadamente quince años con el objetivo de redensificar los centros urbanos, desde el planteamiento de que la ciudad es una infraestructura cara que aún puede ponerse todavía más en carga, en oposición a la idea de la ciudad expansiva norteamericana. En esa tradición urbana europea, creo que podemos recargar todavía más la ciudad existente mediante nuevas redensificaciones.

Otro caso interesante es The Iceberg de SeARCH, Cebra, JDS y Louis Paillard, un edificio que sería un error limitarse a entender como una mera cuestión formal. Era un proyecto que la normativa mandaba construir en una manzana cerrada; algo absurdo, ya que se trataba lugar de borde en una antigua zona portuaria. Se planteó crear bloques independientes y, para lograr la misma densidad que la manzana, se desarrolla esa formalización de picos y valles que tiene como finalidad permitir que todos los residentes puedan ver el mar. Teniendo este presente, ese marcado carácter formalista del proyecto se comprende mucho mejor.

Hemos hablado antes del reciclaje y la rehabilitación. Un caso presentado en la exposición es el edificio Fabra & Coats  de Roldán + Berengué, una antigua construcción para uso industrial que es reconvertida en viviendas. ¿Es esta una estrategia lo suficientemente conveniente y viable como para interesar a los promotores privados?

Respecto al modo de afrontar sus proyectos, Lacaton & Vassal afirman que el 80% ya está construido, que sólo falta añadir el 20%. Yo creo que podríamos plantearlo de manera general en una proporción de un 60% y un 40%.

Rehabilitar permite reducir el consumo y el impacto de la huella de carbono que eso supone. Es un ejercicio de conciencia climática. La reutilización tiene sobre todo ventajas e históricamente siempre estado ahí, quizá no de la totalidad de un edificio pero sí de sus materiales para la construcción de partes en otros edificios.Es un planteamiento coherente con las necesidades que reconocemos urgentes en nuestro tiempo. Pero es también un proyecto que supone una recarga social, ya que mantiene a la población en esos lugares, preserva su identidad y memoria…

Los proyectos de rehabilitación están llenos de muchos «también». Otro de ellos es la singularidad, como queda de claro manifiesto cuando se entra a un vestíbulo como el que tiene el Silodam de MVRDV (Copenhague) y se comprende que sería muy difícil crear ex novo un espacio semejante.  Tampoco es posible lograr algo tan extraordinario como el silo rehabilitado por Cobe (Copenhague), gracias a las dimensiones estructurales que este brinda. Son proyectos donde queda fusionado lo mejor de la antigua y la nueva arquitectura.

Transformación de 530 viviendas en Grand Parc: Lacaton & Vassal, F. Druot, C. Hutin. Francia, 2011-2017 © Philippe Ruault

¿Por qué crees que, a la hora de revisar los conceptos necesarios para situar con mayor fuerza a la arquitectura en el presente, la mirada europea está actualmente tomando como referencia casos que le suponen una marcada distancia cultural y de contexto? Pienso en concreto en casos como la Quinta Monroy en Iquique (Chile) de Alejandro Aravena, galardonado con el Premio Pritzker en 2016. Es un proyecto cuya resolución es bastante deficiente y que no ha servido para dar solución a la difícil problemática que enfrentaba. No obstante, Europa y el primer mundo en general se han dejado subyugar por esa idea de vivienda social. ¿Es esto un error?

La concepción urbana europea ha avanzado mucho y nos permite reflexionar sobre muchas cuestiones, pero en mi opinión ahora mismo hay otros focos de mucho interés.

Latinoamérica tiene un potencial impresionante y en estas recientes épocas de crisis nos ha enseñado cómo es posible hacer cosas muy notables con lo local, la materialidad, compensando los pocos recursos pero mucho ingenio…El modelo Andel, que es un modelo de cooperativismo nacido en Dinamarca, tiene de hecho sus mejores ejemplos en Chile. Se ha desarrollado en un escalafón social distinto al de su país de origen y está muy bien implantado.

Otro referente es Japón, que está en la cumbre del siglo XXI en cuanto a todo respecto al tema de la vivienda: carecen de regulaciones limitantes, las dimensiones son mínimas, el planteamiento entre relaciones de interior y exterior…Cuando uno ve las obras de arquitectos japoneses como Kazuyo Sejima, Ryue Nishizawa o Junyia Ishigami reconoce el grado de desarrollo que ha alcanzado la vivienda en ese país.

Respecto a Aravena, su modelo de casa crecedera ya se desarrolló en España durante los años 50 y con buenos ejemplos, como Caño Roto de Antonio Vázquez de Castro. Era un modelo pensado para rentas muy bajas. Otro ejemplo fue el PREDI (Lima, Perú), igualmente planteado como vivienda crecedera. Aravena retoma esa tradición, plantea una vivienda muy mínima que después el habitante puede ir ampliado. Lo cierto es que ha sabido “vender” muy bien ese proyecto.

Latinoamérica ha tenido muy buena vivienda social, pero muchos de sus edificios han sido profundamente transformados, algo que también ha sucedido en Europa, por ejemplo en las banlieues francesas, con la consecuencia de que han terminado a menudo transformados en guetos y estigmatizados. El proyecto brasileño «Una casa, una vida» es nefasto desde el punto de vista arquitectónico porque crea grandes extensiones fuera de la ciudad, largos tramos de desplazamiento para la clase trabajadora…No obstante, es notable desde el punto de vista social porque ha proporcionado vivienda a muchas personas. Sin embargo, hay que ser muy cuidadoso con este tipo de proyectos porque el resultado puede acabar siendo negativo al causar destrucción de paisaje y no eliminar la estigmatización de esos lugares, de manera que, más que en una solución, terminen convertidos en una bomba de tiempo.